El gran cantautor cubano Silvio Rodríguez recibe un premio de la
organización “Cuba Posible” por su actuación en los barrios
marginales. Fernando Ravsberg lo recoge en su blog y alguien comenta:
“Ray dice:
Como “La historia me absolverá”,
las canciones de Silvio se van convirtiendo en el tiempo una condena
para sus autores y después de medio siglo se hace y logra todo lo
contrario de lo que se dijo:
Seguidamente, “Fernando Ravsberg
dice:
Ray, no seas extremista, ¿qué
pasaría si te juzgáramos a ti por lo que dijiste hasce 35 años?
Ten en cuenta que quien le hace el reconocimiento es una organización
no gubernamental. Y yo creo realmente que ha sido una persona
consecuente, fíjate que se está gastando su propio dinero en giras
por los barrios de conciertos gratuitos para visibilizar a los
sectores mas pobres de la sociedad. Puede que él no piense como tú
pero creo que merece respeto. Un abrazo.”
Por otra parte, la BBC publica parte del discurso de la aspirante a
la presidencia de los Estados Unidos Hillary Clinton en Miami: “El
embargo sobre Cuba se tiene que acabar de una vez por todas. (….)
El papel jugado por EU en Cuba ha debilitado nuestra influencia en
América Latina. (….) Ninguna región en el mundo es más
importante para nuestra prosperidad y seguridad a largo plazo que
América Latina. (….) América Latina es hogar de democracias
vibrantes, clases medias en expansión, suministros energéticos
abundantes y un PIB combinado de más de US$4 billones. (….)
Debemos levantarnos para defender nuestros valores compartidos contra
regímenes como el de Venezuela. Estados Unidos necesita ser líder
en América Latina.”
Mientras eso sucede, Silvio tiene
escrito en su blog, refiriéndose a su asistencia al izamiento de la
bandera cubana en Washington, un conmovedor artículo que termina
así: “Me pregunté cómo hubiera sido la vida si nuestros vecinos,
en vez de hostiles, hubieran sido comprensivos. Me pregunté cómo
hubiera sido no sólo la existencia de los que abrazamos la
Revolución, entendiendo que así defendíamos a nuestra Patria, sino
también la de los que escogieron el camino opuesto. Cuán diferente
hubiera resultado la suerte de todos. En qué clase de mundo
viviríamos hoy, si aquella vez hubiéramos logrado entendernos. Fue
muy fuerte lo que sentí ayer cuando al fin me senté, creía yo, a
continuar mi trabajo. Fue como si toda mi vida, mis padres, mis
hijos, los hijos de mis hijos, mis canciones y todo lo que existe
fueran el resultado de un albur. Qué extraño sentimiento. Y pensé
si acaso estaremos viviendo el comienzo de otra oportunidad. ¿De qué
manera nos condicionará? ¿Para hacernos mañana qué tipo de
preguntas? Interrogantes que inevitablemente afloran.”
Sin duda, una inmensa mayoría de
cubanos sentimos en ese momento un gran júbilo por lo conseguido y
un gran dolor por lo que no conseguimos. Y nos hicimos múltiples
preguntas. Uniendo los hechos nombrados yo me pregunto qué debo
perdonarle a Ray. Igualmente me pregunto qué tiempos debo juzgarle a
Ravsberg. Y también me pregunto por qué los Estados Unidos no son
distintos con Venezuela a como fueron con Cuba. Todo ello me explica
el sentimiento que tuve al mirar izar mi bandera. Por delante quedan
muchas luchas para que, entre otras cosas, ningún cubano viva en un
barrio marginal. Así me convenzo de que ni Ray, ni Ravsberg, ni los
Estados Unidos, mientras no cambien en sí mismos, creerán en “el
comienzo de otra oportunidad” para nuestras luchas que vislumbra
Silvio esperanzado. Ray nos condena con nulas posibilidades para
entendernos, Ravsberg nos juzga como de ideas superadas, y el último,
sencillamente..., sostiene el tinglado. ¿Cuáles son las
“interrogantes que inevitablemente afloran” para Cuba, Venezuela
y toda Nuestra América? ¿Tenemos opciones? Como dice Silvio, “es
un extraño sentimiento”. Pero los hechos son uno solo: avanzamos,
sí, pero avanzamos empantanados hasta la próxima ocasión y está
demás que lo diga: todos lo sabemos. Tal vez sea esa “la
oportunidad”: ir avanzando sabiendo mucho mejor sobre los pantanos en que nos ponen y que hay que cruzar y vencer. Y no será “un albur” lo que nos
pase. Nos pasará la vida por nuestras respuestas y cada cual vivirá
con ellas según la elección que haga en su única oportunidad: “yo
me muero como viví”. “¿El necio?” De todas maneras me pondrán
un nombre, pues mejor me lo escojo yo y qué maravilla haber podido
nombrarme en este pequeñísimo viaje de la vida: soy el que soy.
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