Pareciera que algunos quieren alterarnos significados, palabras,
contrastes y victorias indicutibles. “Patria o Muerte. Venceremos”
les resulta una expresión anacrónica. Ignoran que, más allá de lo
literal, el concepto recogió la determinación de vencer y que,
mucho más bien que mal, nos fue muy necesario. Igual sucede con “ser
revolucionario” como si fuera una época ya superada. También en
múltiples ocasiones han clasificado como “desastres” u
“horrores” los errores y desaciertos en la construcción
revolucionaria cubana. ¿Desastres? ¿Horrores? ¿Qué nos dicen? El
juego con el lenguaje no es gratuito. En esos malabares nos definen
con una “imparcialidad” muy propia de la propaganda occidental
más pragmática y acorde con los que condenan la Utopía que hemos
sido y que aún somos. La apreciación vuelve con Fernando Ravsberg
en un artículo publicado el 23 de julio pasado: “¿El Embargo, un
enfermo terminal?” Un escrito que podría leerse como profundo,
honesto, equilibrado y simpatizante de Cuba y su gobierno. Maticemos.
Ni para un título es válido llamar “embargo” a lo que ha sido y
sigue siendo un Bloqueo y una guerra contra Cuba con todas las armas
disponibles, como muy bien señala la propia ley norteamericana:
“provocar hambre y desesperación en el pueblo cubano para que
derrocara a su gobierno”. ¿Alguien puede creer que este objetivo
no incita a las reacciones más disímiles que pueden darse en
cualquier sociedad? Por ello, como dijo Galeano, “Cuba hizo lo que
pudo y no siempre lo que quiso”. Pareciera que nos quieren quitar
la Historia en que se asientan los valores con que seguimos viviendo.
Y por mucho que se disminuya el izamiento de nuestra bandera en
Washington o se diga que ahora todo será más difícil -esa
calificación nos perseguirá siempre-, ello es la magistral señal
de que Cuba sigue venciendo con la absoluta independencia de su
magnífica Utopía.
Dice Ravsberg: "Claro que culpar al Embargo Económico de todos
los desastres de Cuba fue también una táctica para ocultar el
fracaso de tantos planes utópicos que desgastaron aún más la base
económica de la nación. Esos desastres no tuvieron ayuda externa,
fueron 100% cubanos." No es cierto. Nunca Cuba tuvo “la
táctica” para ocultar fracasos y nuestro gobierno lo ha demostrado
siempre al hablarle al pueblo. Tampoco tales fracasos fueron “planes
utópicos”, sencillamente fueron planes como tantos otros y que con
toda seguridad, si no hubiéramos tenido el Bloqueo, muchos de los
que se ejecutaron no hubieran sido tan absurdos. Fue la temeridad
con la que imaginamos que podíamos vencer todos los obstáculos con
que el Bloqueo y otras agresiones norteamericanas nos obligaron a ser
inventores y creadores, porque no teníamos otra alternativa que
inventar y crear. Esa fue nuestra Utopía que, como es de suponer,
se equivocó muchas veces y otras muchas, muchísimas, acertó
plenamente. Y no se trata de no decir en qué nos equivocamos, eso
está más dicho que el zumbido del mosquito y contra él luchamos,
pero hasta en eso nos obligan a ser creativos, y ahora más, por esa
constante ladilla que cargan algunos diestros jugadores de palabras
que se alimentan con Cuba para cambiarnos la Historia.
No son coherentes con Cuba las trampas del lenguaje. Por ello puede
afirmarse que nuestros “desastres” no fueron “100% cubanos”.
En ellos también está ese Bloqueo que nos ha condicionado hasta la
esperanza. Está jugando Ravsberg cuando en el mismo artículo
escribe: "La inversión en educación fue la económicamente más
rentable. Formaron más de 1 millón de profesionales y hoy son ellos
el principal ingreso de divisas de la nación, los médicos,
profesores universitarios y de deportes, ingenieros, arquitectos y
científicos." No, eso no fue "una inversión
económicamente rentable". Eso fue nuestra Utopía, nuestros
inventos, nuestras creaciones, nuestras temeridades, nuestro Patria o
Muerte Venceremos, nuestro ser revolucionario. Además, Ravsberg no
cuenta bien. En esa “inversión” fueron muchísimos más de 1
millón, y muchos que, de no ser por la Utopía, hubiéramos
terminado en los reales desastres y horrores donde están hoy
millones de latinoamericanos y de otros pueblos del mundo. ¿Por qué
no habla más claro? Es evidente: Ravsberg, como otros, es un
“utópico” en una isla de fuego.
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